En el corazón de la América profunda, Dakota del Norte es un bastión de la ganadería, donde la carne de res no es solo un alimento, sino una herencia. Desde acogedores rincones en pueblos pequeños hasta elegantes establecimientos urbanos, los asadores del estado son verdaderos templos culinarios. Estos lugares, muchos de ellos negocios familiares con décadas de historia, no solo sirven platillos memorables, sino que encapsulan la calidez y la tradición de la pradera, transformando cada corte en una celebración gastronómica.
1. The Ranch Steakhouse – Devils Lake
Situado majestuosamente a orillas del Lago de los Diablos, este tesoro familiar ha deleitado a sus comensales con cortes perfectos desde mediados del siglo XX. Su interior, con sus vigas de madera expuesta y la suave luz de la chimenea, evoca la sensación de un refugio en la montaña, un lugar donde el tiempo parece detenerse.
Su plato emblemático es un ojo de bife de 450 gramos, cuidadosamente madurado en seco, proveniente de ganado criado en las proximidades. Cada bocado de esta carne excepcional resume la pureza y el sabor de la tierra de Dakota del Norte. Los habituales no pueden resistirse a su guarnición de puré cremoso de papa con finas hierbas, servido humeante.
Los fines de semana, es común encontrar el lugar lleno, pero la espera se hace amena gracias a la vibrante atmósfera y a la promesa de sus postres caseros, como el irresistible pastel de manzana con especias, que invitan a quedarse un poco más.
2. Peacock Alley – Bismarck
Emplazado en el icónico edificio del histórico Hotel Patterson, Peacock Alley fusiona historia y gastronomía de altura. Sus paredes, impregnadas de un aura Art Déco, susurran anécdotas de antaño, cuando se decía que era un refugio para intelectuales y figuras influyentes en los años 30.
Hoy, su carne de primera calidad, con un proceso de maduración en seco de al menos tres semanas, procede de una selecta red de productores locales. Sus chefs han perfeccionado el arte de preparar un majestuoso corte Porterhouse, sellando sus jugos con una costra de hierbas aromáticas que realza la intensidad de su sabor natural.
Los conocedores sugieren maridar el platillo con una de las joyas de su cava: una selección de vinos robustos, incluyendo añadas de la región y prestigiosos Malbec, que complementan a la perfección la riqueza de sus carnes y honran su legado.
3. Pirogue Grille – Bismarck
La Chef Laura Mendoza, con su visión audaz, convierte los ingredientes de la región en obras de arte culinarias en este predilecto de Bismarck. Bautizado en honor a las tradicionales canoas utilizadas por los pueblos originarios, Pirogue Grille simboliza un puente entre la historia y la innovación gastronómica.
Aunque famoso por sus carnes, el costillar de jabalí salvaje, cocinado a baja temperatura durante doce horas, es una revelación. Su carne, increíblemente tierna y jugosa, se deshace en el paladar, realzada por una exótica salsa de tamarindo que le aporta un equilibrio perfecto entre dulce y ácido.
Lo que realmente distingue a Pirogue Grille es su filosofía ‘de la granja a la mesa’. Su menú, que se renueva constantemente, es una oda a la frescura, adaptándose a los productos de temporada de los agricultores orgánicos y ganaderos de la zona, asegurando una experiencia culinaria auténtica y vibrante.
4. Outlaws Bar & Grill – Watford City
Fundado en los albores de la fiebre del oro, Outlaws rápidamente se estableció como el epicentro social donde mineros, vaqueros y comerciantes se daban cita. Sus muros, adornados con auténticos artefactos de época, narran la vibrante y, a veces, indómita historia de la región.
Su célebre Hamburguesa del Desierto, con medio kilo de carne de res local, se corona con queso ahumado, cebolla caramelizada y una salsa secreta cuya receta es celosamente guardada. Para los paladares más audaces, el Filete del Forajido, un majestuoso corte de 700 gramos, es un verdadero desafío culinario.
Las noches de fin de semana cobran vida con música en vivo, desde blues rural hasta folk local, invitando a los presentes a disfrutar de un ambiente festivo y relajado. Mientras tanto, bandejas repletas de carnes chispeantes desfilan desde la cocina, prometiendo una velada inolvidable.
5. Tumbleweed Bar & Steakhouse – Lincoln
A primera vista, este modesto establecimiento de carretera podría pasar desapercibido, pero los lugareños saben que ignorarlo sería un error. Con más de ocho décadas de historia, Tumbleweed ha sido un bastión del auténtico sabor de la región, sirviendo carnes a la perfección desde mucho antes de que Lincoln fuese reconocido como un pueblo.
No es raro encontrar a los ganaderos locales que suministran la carne en la barra, saboreando el fruto de su propio trabajo. Su especialidad, el Churrasco Gaucho, marinado durante veinticuatro horas en una receta familiar secreta de chimichurri, es tan tierno que se deshace con solo el tenedor.
Las papas rústicas, cortadas a mano y horneadas con romero fresco, provienen de campos cercanos y son el acompañamiento ideal, completando una comida que es una verdadera postal gastronómica de Dakota del Norte.
6. Harry’s Steakhouse – Grand Forks
Después de un devastador incendio en la década de los 80, Harry’s resurgió de las cenizas, convirtiéndose en un faro de la resiliencia de Grand Forks. Cuatro generaciones de la misma familia han mantenido viva esta institución, un lugar donde se han celebrado innumerables graduaciones universitarias y momentos familiares trascendentales.
Su célebre New York Strip con hueso, sometido a un proceso de maduración de veintiocho días, intensifica el sabor de la carne de novillo criada localmente. El acompañamiento de puré de batata dulce con un toque de sirope de arce tiene su propio club de admiradores.
Los nuevos visitantes deben reservar un hueco para el Pastel del Vaquero de Harry’s, una delicia de chocolate, nueces y caramelo, cuya receta ha permanecido inalterable desde los años 60, un postre legendario que corona la experiencia.
7. The 109 Club & Steakhouse – Lignite
Con una población apenas superior a los 200 habitantes, Lignite alberga uno de los secretos culinarios mejor guardados de Dakota del Norte. Cazadores, agricultores y aventureros de todo el país peregrinan a este recóndito asador, donde las reservas se agotan con semanas de antelación, buscando una experiencia sin igual.
El propietario, David, selecciona personalmente cada pieza de carne de ganado criado por ganaderos de tercera generación que conoce desde su infancia. Su emblemático Bistec del Cazador, un entrecot de un kilogramo, llega a la mesa humeante, recién salido de una parrilla de mezquite a 650 grados Celsius.
La velada culmina con un vaso de cortesía de licor casero de zarzamora, una tradición arraigada en la pradera que pone el broche de oro a esta experiencia culinaria auténtica e inolvidable.
8. Brickhouse Grille – Dickinson
Cuando los mineros y ganaderos desean celebrar una ocasión especial, se dirigen al Brickhouse. Ubicado en un edificio de ladrillo restaurado de 1910, sus paredes de piedra expuesta y las lámparas de hierro forjado crean un ambiente de elegancia rústica que invita a la intimidad.
Su Medallón del Oeste, un tierno filet mignon de res Wagyu local criado en pastizales, se distingue por un aderezo secreto de hierbas y chiles que resalta su sabor natural antes de ser sellado en una parrilla de roble a medida.
El orgullo del restaurante se extiende a su impresionante bodega, con más de 150 etiquetas selectas que incluyen joyas de California y exclusivas cosechas sudamericanas, donde un experto sumiller le guiará para encontrar el maridaje perfecto con la carne ahumada y tierna que atrae a multitudes a Dickinson.
9. Theodores Dining Room – Medora
En el corazón de las Badlands, y rindiendo homenaje a los exploradores que forjaron el espíritu de la región, este destino gastronómico dentro del histórico Hotel Pionero combina la rudeza de la frontera con una sofisticación inesperada. El comedor ofrece ventanales panorámicos que enmarcan la majestuosidad de los cañones y mesetas que cautivaron a los primeros aventureros.
Su célebre Estofado de Venado, cocinado a fuego lento durante ocho horas, ofrece una carne tan tierna que se desprende del hueso con facilidad. Las verduras que lo acompañan provienen directamente de su huerto, visible desde algunas mesas, cosechadas apenas unas horas antes de ser servidas.
Las noches de verano a menudo se animan con cuentacuentos locales que comparten leyendas del Viejo Oeste entre los comensales, añadiendo un toque mágico mientras se saborea carne de res criada en estas mismas tierras, conectando el presente con el legado de quienes las habitaron.
10. Buffalo Grill – Jamestown
Situado a pocos pasos del majestuoso monumento al Búfalo, este modesto restaurante familiar ha servido cortes de carne impecables desde la década de 1960. Cuatro generaciones de maestros parrilleros han custodiado y perfeccionado las técnicas de asado transmitidas por el fundador, garantizando una calidad constante.
Su especialidad es el bife de chorizo de búfalo, una carne magra y de sabor robusto, procedente de animales criados en la reserva adyacente. La carne llega con un sutil ahumado, fruto de una parrilla de hierro fundido con más de medio siglo de uso, cuyo ‘curado’ es un secreto inigualable.
No deje de probar sus afamadas empanadas de búfalo, acompañadas de una salsa picante casera. Es una entrada que los comensales adoran y que prepara el paladar para el festín que se avecina.
11. Hacienda Steakhouse – Burlington
Este asador de gestión familiar fusiona las tradiciones ganaderas de Dakota del Norte con sutiles influencias mexicanas, creando una combinación sorprendentemente armoniosa. La familia García, tras décadas como cocineros en otros establecimientos, abrió las puertas de su restaurante soñado en la década de los 90, impregnando cada rincón con su pasión y herencia.
Su plato insignia es la arrachera marinada al estilo michoacano, tierna y llena de sabor, acompañada de un fresco pico de gallo y cremoso guacamole. Las guarniciones, como los frijoles charros y las tortillas de maíz hechas a mano, complementan a la perfección la riqueza de la carne.
Los fines de semana, Hacienda se convierte en un punto de encuentro para familias de varias generaciones, que acuden a celebrar momentos especiales. El ambiente es siempre festivo, lleno de risas y platos abundantes, y no es raro ver a los dueños saludar a los clientes por su nombre, haciendo sentir a todos como en casa.
















